El cerebro del bebé es una esponja. ¡Cuántas veces hemos oído esa frase!
Según nos explica Ramón Ollé, cofundador de Crianza Natural, el
cerebro es el órgano menos formado en el momento del nacimiento. No solo en
cuestión de tamaño, sino en funcionalidad. Esto es debido a una cuestión
práctica, la cabecita del bebé necesita pasar por el canal del parto que es muy
estrecho y si el cerebro estuviera más desarrollado, este proceso sería
inviable. Así que cuando el bebé sale del “horno”, su cerebro está aún a medio “cocer”.
Viene equipado por un conjunto de neuronas que están programadas genéticamente
para las funciones más básicas de superviviencia, pero existen billones de
neuronas que aún no han sido activadas, y que según el bebé las vaya demandado
en sus procesos de aprendizaje, se unirán entre ellas mediante conexiones
neuronales, formando una compleja red neuronal.
El proceso a priori es simple; El bebé sale a un mundo
desconocido con el único objetivo de sobrevivir. Las tareas que sabe hacer para
ello, vienen programadas desde antes de su nacimiento y son muy básicas; succionar,
llorar, respirar… A medida que se va exponiendo a nuevas situaciones y viviendo
nuevas experiencias, su cerebro va procesando la información que le
proporcionan los nuevos estímulos que recibe, y demandando neuronas que están a
la espera de entrar en acción. Va conectándolas y generando verdaderos circuitos neuronales. Es una auténtica
red de carreteras, de manera que cuando recibe un estímulo su cerebro aprende
que vía elegir para llegar a una determinada respuesta o acción.
Esa es la explicación de porqué los bebés parecen
incansables, exploran, prueban y repiten una y otra vez los nuevos movimientos
que va aprendiendo, aquello que les interesa o aquello que les curiosidad o
placer. Están haciendo una tarea muy importante, generar esas conexiones
y afianzar esos nuevos circuitos que acaban de formar. Están creando vías de
aprendizaje, y cuando las dominen, esas respuestas se darán de forma inmediata,
sin esfuerzo, porque han entrenado su cerebro y sabe cuál es el camino que
tiene que elegir. Entonces, pasarán a otro reto.
Según la neurocientífica Audrey van der Meer,
profesora de Neuropsicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología
(NTNU),quien ha utilizado tecnología avanzada de electroencefalografía
(EEG) durante muchos años para estudiar la actividad cerebral de cientos de
bebés. Las neuronas en el cerebro de los niños pequeños aumentan rápidamente en
número y especialización y esa red neuronal se vuelve más móvil a medida que el
bebé aprende nuevas habilidades. Las neuronas en niños muy pequeños forman
hasta mil nuevas conexiones por segundo. Afirma que el desarrollo del
cerebro, percepción sensorial y habilidades motoras ocurren en sincronía. Ella
cree que incluso los bebés más pequeños deben ser desafiados y estimulados
desde el nacimiento, necesitan involucrar a todo su cuerpo y los sentidos para
explorar su mundo y diferentes materiales, tanto en interiores como exteriores
y en todo tipo de clima.
Los estímulos que proporciona el ENTORNO son fundamentales para el desarrollo del
cerebro y de la potencialidad humana. No sólo es una cuestión de genética.
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Hay
una época en la que el cerebro es más sensible para desarrollar el máximo de su
potencial. Ramón Sollé, nos habla de la ventana de oportunidad. “Habitualmente la ventana se abre en el momento del
nacimiento (aunque puede ser incluso antes o un poco después) y se cierra
irremediablemente tras un período de tiempo determinado.
Esto
nos lleva a pensar en que realmente los padres, tenemos una gran
responsabilidad con el hecho de estimular adecuadamente a nuestro bebé, y puede
generar mucha presión en esta sociedad tan competitiva en la que vivimos.
Pero
no podemos dejar de lado el desarrollo emocional del bebé.
Me encanta la visión
del neuropsicólogo Álvaro Bilbao y autor del libro “El cerebro del niño
explicado a los padres”, donde habla del Afecto como pilar fundamental para el
desarrollo del cerebro. Afirma “El cerebro racional se
desarrolla sobre otros cerebros que son el cerebro primitivo (el que nos pide
que comamos, que durmamos) y sobre el cerebro emocional (que busca afecto).
Solo cuando ese cerebro emocional ha recibido el cariño que necesita, puede tener
una capacidad intelectual plena”
No
se trata de sobreproteger al niño, sino de darle afecto; jugar con él, compartir
momentos y conectar. El cerebro según Alvaro Bilbao es emoción y razón; “El juego tiene un papel fundamental en su desarrollo cerebral,
cuando están entretenidos no hay que interferir, ni dirigirle el juego, pero si
un padre se tumba a jugar con él capta su atención y su cerebro entra en modo
aprendizaje, entramos en contacto emocional con él".
Estamos tan preocupados por el nivel
intelectual que nos olvidamos de todo lo demás. La idea es respetar el
desarrollo natural del niño, aprovechar los estímulos naturales que nos rodean,
y ofrecer amor. Todos los niños necesitan CARIÑO Y TIEMPO. Tiempo para jugar
libres, explorar, investigar, incluso para aburrirse, lo que es fabuloso para
desarrollar la imaginación, aprender a esperar y a tolerar la frustración. Tiempo
para que conversemos con ellos, que les dediquemos una mirada o una sonrisa
cuando hacen un descubrimiento. Tiempo para compartir un rato de juego.
Seamos conscientes del valor de esos
pequeños ratos para su desarrollo. Sembremos semillas para que puedan dar sus
frutos en el futuro.
Alicia de la Fuente Jiménez
Fisioterapeuta especializada en el Acompañamiento del niño por el método GDS, especialista en aprendizaje a través del método de los Sentidos y el movimiento de Elisabeth Fodor, y educadora de Masaje infantil de AEMI.
Fuentes:
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